Se escucha en La Resortera de
Los Tigres del Norte “…ahora con cuerno
de chivo puedo pelear con cualquiera, yo no le temo a la muerte, ni al que presuma de fiera. Siempre ando muy
bien armado, aunque no soy buscapleitos, el que me la hace la paga…”
Francisco Manzo Robledo, doctor en Ingeniería y en
Literatura Latinoamericana, hizo un
análisis interesante sobre las letras de nuestros corridos, leer su libro Del Romance Español al Narco Corrido
Mexicano ayuda a ver con claridad qué imagen tenemos los mexicanos de
aquellos otros mexicanos que merecen ser inmortalizados por un corrido.
Basada en el citado libro, retrato brevemente al protagonista
del corrido nacional: el hombre valiente o la mujer “que como un hombre se
muere”[1]
que posee un arma poderosa, un tino preciso y un medio de transporte potente, antes
un buen caballo ahora “una trocona negra con motor rugiente”[2].
Un código ético muy particular que le lleva a realizar hazañas que no siempre
están bien reconocidas por el derecho mexicano y un “honor” que frecuentemente es defendido a través de
actos poco honorables. Suelen ser prepotentes
e impulsivos, como Hipólito el desairado por Rosita Alvirez.
Dejé fuera de este retrato muchos corridos que han sido
escritos en honor de ciertas ciudades, fieles animales, toreros o con fines
políticos; me centraré en aquéllos que hablan de “actos de valentía” o hazañas
que causan impacto social. En ellos, se llamen Benito Canales o Camelia la Tejana,
tenemos un perfil que paradójicamente causa espanto y admiración: el del macho;
entendiendo el machismo como una forma de relacionarse basada en una
desigualdad de poder y un manejo abusivo del mismo, con independencia del
género del abusador y del abusado.
A partir de lo que narran los corridos parecería
imprescindible a un mexicano hacerse de poder: dinero, autos, armas y un
desprecio por la vida propia y ajena que le da la capacidad de sobreponerse al
miedo ante su propia muerte. Lo terrible estriba en que el ejercicio abusivo de
esos elementos sobre las demás personas constituye el símbolo del poder por
excelencia. En el imaginario del corrido mexicano abuso es dominio.
¿Son nuestros corridos nuestro reflejo? ¿“somos sanguinarios, locos bien ondeados que
nos gusta matar”[3]?
Parecería por estos textos que los mexicanos somos una banda de prepotentes
impulsivos que pasamos el día afirmando nuestra identidad de poderosos abusando
de quién se deje. Me resisto a aceptarlo.
Sin embargo, no puedo dejar de observar que la popularidad y ventas de estas
canciones superan en México y California a cualquier otro género musical ¿Por
qué será?
Me desconcierta este fenómeno contradictorio: por un lado
todos hemos sido víctimas de algún tipo de abuso dentro de nuestra casa, en la escuela, el trabajo o la calle ¡estamos hartos de ser
abusados! Por otro lado cantamos, bailamos y compramos los corridos que no
hacen más que tener como asunto el ejercicio abusivo del poder, sea institucional
o real como el que dan una bazuca y el dinero. Lo increíble es el tono de
admiración con el que se representa el machismo. ¿Odiamos ser abusados pero
admiramos a los abusadores? ¿porqué ejerce tal fascinación ese reflejo terrible
de la “abusivitis” en la que vivimos? No sé la respuesta a estas preguntas,
pero tengo una certeza: somos irreflexivos respecto a la música que consumimos.
Estoy segura que entre los 112 millones de mexicanos podemos
encontrar muchas hazañas libres de machismo que podamos inmortalizar
musicalmente. Comencemos a cantarlas.
[Versión original de la publicada en la Revista Cultural Alternativas]
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