domingo, 5 de abril de 2015

Literatos de papel pautado

Existen varios casos de escritores geniales que también crearon música, tuvieron la necesidad de expresar algo que no alcanzaban a decir a través de las palabras, decidieron abandonar el confort que supone “hacer eso que uno hace tan bien” y arriesgarse a componer.

El peso de su trabajo literario es tan grande que con el tiempo ha aplastado su contribución en otras áreas por ellos exploradas. Cuando se habla del legado de  Friedrich Nietzsche se hace referencia a El Anticristo o a El Ocaso de los ídolos pero nadie menciona las Resonancias de una noche de San Silvestre para piano a cuatro manos o el lied Beschwörung basado en un texto de Pushking. Sus piezas vocales incluso han sido grabadas en un disco por el  barítono Dietrich Fischer-Dieskau ¿será justo este olvido?

Varios cuartetos de cuerda nacieron de la misma mano que escribió Dialéctica de la ilustración: Theodor  Adorno, filósofo incansable de la música, y la Estética en general, que trató éstos temas en al menos 8 libros. Adorno creó música atonal, apostó por ésta técnica pues le pareció la más adecuada para hacer “surgir a la superficie lo oculto bajo la realidad: la barbarie”. Consideró  inadecuado que el arte se dedicara a garantizar un orden y tranquilidad aparentes, así que no recurrió a melodías cantables que alegraran el alma de nadie. Sus cuartetos, dicho sea de paso, también fueron grabados por el Leipziger Streichquartett.

Jurista destacado que ejerció como juez en Berlín, músico e inspirador literario de Offenbach y Delibes, E.T.A. Hoffmann creó música religiosa, música incidental para teatro, ballet y una ópera: Ondina. Jean-Jacques Rousseau también incursionó en el drama musicalizado con Le devin de village e incluso propuso un sistema diferente de notación musical a través de cifras correspondientes a grados musicales que no fue bien acogido por la Academia Francesa. La lista también incluye americanos: Sor Juana Inés de la Cruz y Alejo Carpentier quienes hicieron letras para villancicos, música coral y canción culta. Carpentier fue un musicólogo que usó la literatura para hablar de música y la música para conformar su literatura.

Milan Kundera, al igual que varios de los antes mencionados, fue introducido a la música por uno de sus padres; la influencia del pianista Ludvík Kundera lo llevó a estudiar composición, más tarde se dedicaría a la literatura y el cine; gracias a esto cuando fue expulsado del partido comunista, quedando  desempleado, sobrevivió trabajando como pianista de jazz.

Estos personajes tienen en común varias cosas: la producción de obras literarias de alta calidad; la reflexión musical o inclusión de referencias a la música dentro de su quehacer como escritores; búsquedas en otros campos: filología, psicología, sociología, botánica, gastronomía y cine; y la fuerza de voluntad para superar los retos técnicos y hablar en un idioma diferente: la música.

Resolver la propia vida es cosa de darse permiso para seguir la voz interior. La voz exterior dice que el zapatero ha de hacer zapatos, y nada más zapatos, para que cada vez le salgan mejor,  para que los venda más caro y luego se pague un nivel de vida que haga suponer a los demás que es un ser exitoso. La voz interior te compele a enamorarte de diversas cosas a lo largo del tiempo, a explorarlas y finalmente a expresarlas como puedas.

Quizá la precisión de las palabras hace insuficiente a la literatura para expresar la complejidad de lo que somos y sentimos. Quizá en lo más profundo somos un devenir rítmico que armoniza con el universo en diferentes frecuencias y no hay más remedio que hacer música para exteriorizarlo. 

[Versión original del artículo publicado por Liz Espinosa Terán en Abril de 2015 en la Revista Cultural Alternativas]