El erotismo no se circunscribe a una
coreografía de gestos sexuales ni se limita al encuentro entre dos humanos. Es
la disposición a ser algo más que uno mismo y a permitir que “lo otro” sea un
“nosotros”. Nos sitúa en el deseo de entregarnos y alcanzar así la completitud.
Erótico es el estado en el que florece una planta y una persona logra
conectarse con la vida sin prisa, sin miedo, pudiendo observar cómo se posa la
luz sobre las cosas, sintiendo la caricia de una ráfaga o fascinándose en el
tránsito de la nube. El estado erótico es un logro de la integración de nuestro
cuerpo, mente y espíritu, por eso es el estado ideal para la creatividad.
Componer, interpretar y escuchar música
son actos eróticos de naturaleza simultáneamente espiritual, intelectual y acústica.
Al crear, el compositor experimenta con el sonido, juguetonamente prueba cómo
reacciona al situarlo aquí o allá, al intensificarlo o hacerlo más sutil, al retardarlo
o acelerarlo. El sonido le revela caminos que lo llevarán a completar una obra
cuando la considere acabada con entera
satisfacción. El proceso creativo es –por lo general— la búsqueda del placer,
del logro de vaciarse en el sonido y reconocerse en él al escuchar la propia
creación.
El intérprete, por otro lado, tiene la
labor de desentrañar, de hurgar en el íntimo sentido de una partitura para
darle vida y sacar lo mejor de ella. Tiene que conocerla profundamente para lograr
revelar el espíritu musical que le imprimió el creador. Por ello, entre mayor comprensión intelectual y habilidad
técnica tenga el ejecutante, mayor esplendor alcanzará su interpretación. Su
trabajo puede ser vivido como una especie de enamoramiento, una obsesión por
saber todo de ese discurso sonoro, y buscar y rebuscar en él hasta encontrarse
a sí mismo, de tal manera que al ejecutar pone en concordancia dos esencias: la
de la obra y la del intérprete.
A diferencia de las dos actividades
anteriores, para escuchar no se necesita ningún conocimiento previo ni
habilidad física desarrollada. La única condición es la de prestar atención y
permitir que la sensibilidad florezca. Dejarse
seducir por Eros –como la princesa anatolia Psique– y permitir que el
sonido entre en nosotros, anide en cada célula, excite la memoria y brote vida.
Cada pieza tiene el poder de sincronizarnos con aquello que evoca, “nos rapta”,
por eso es tan importante elegir qué vamos a escuchar y escucharlo también con
la piel y las entrañas, con la mente compartida, con el alma. Solo así se logra
esta peculiar plenitud, en la que música nos lleva a sentir, quizá nos haga
recordar, que somos algo más que un “yo”, somos un “nosotros” vibrante.
Espléndido artículo Liz, me permitó descubrir el erotismo musical!
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Alicia! me alegra mucho que así haya sido.
EliminarSoy su fan. En cuestiones musicales y letradas. :) 😃
ResponderEliminar¡Qué linda, Mona! Gracias. Te mando un abrazo con cariño.
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