miércoles, 5 de agosto de 2015

Ópera verista

Los últimos 10 años del S. XIX y los primeros 10 del S. XX se gestó una revolución cultural que transformaría por completo los lenguajes artísticos. Imagino esta veintena de años como un horno que transfiguró una masa de ideas estéticas elaborada según una receta tradicional en un pan vanguardista con sabor a “ismo” (Impresionismo, Atonalismo, Neoclasicismo, etc…) Fue justo en estas 2 décadas en que tuvo lugar una corriente operística llamada Verismo, emparentada con la corriente literaria homónima que la precede.

La ópera verista tiene elementos de dos estéticas: la romántica, específicamente postromántica,  y avances en el uso de elementos musicales que adoptaría con mayor radicalidad la vanguardia del siglo XX. Una corriente de transición con una identidad bien definida a pesar del poco tiempo que floreció. Cavalleria rusticana (Caballerosidad rústica) de Pietro Mascagni, una de las primeras, se estrenó en 1890 y Die tote Stadt (La ciudad muerta) de Erich Wolfgang Korngold, considerada la más tardía, en 1920. La mayor parte de los estrenos sucedieron entre 1890 y 1905.

El verismo fue recibido como un resurgimiento de la ópera italiana posterior a Verdi, una alternativa a Wagner, con guiños costumbristas del drama lírico francés, tipo Carmen de Bizet, con interés por personajes de baja extracción social en situaciones que se presentan en la vida cotidiana que muchas veces tienden a ser sórdidas, dejando de lado a los héroes mitológicos y las vicisitudes aristocráticas.

Más allá de los asuntos que inspiran estas óperas, el verismo es interesante porque comienza a plasmar los estados psicológicos de los protagonistas, la realidad interna se expresa a través de sonidos orquestales o en el uso a ratos de un estilo vocal cantable y a ratos de una declamación recitativa que está más al servicio del drama que del lucimiento de los intérpretes o el mero gozo hedonista del público. La música expresa lo que no alcanzan a decir las palabras consignadas en el libreto. Situación que podría vincularse con la idea, novedosa en aquel tiempo, de la existencia de un inconsciente que es parte de la realidad, pero que necesitamos sacar a la luz, recordemos que Freud publicó La interpretación de los sueños en esos años.

Los compositores veristas se sirvieron de varios recursos musicales: adoptaron el Leitmotiv wagneriano; usaron armonía cromática pero también los recursos modales y las escalas no tradicionales que el impresionismo proponía simultáneamente; momentos de polirritmia, recurso que a lo largo del siglo XX sería profundamente explorado; aunado lo anterior a un rico manejo del color orquestal, el timbre como narrador, un paisaje sonoro que envuelve la psique de los personajes.

La Casa editorial Sonzogno, organizaba en la década de 1880 un concurso de óperas en un solo acto, éste fue un estímulo para que la primera generación verista representada por Mascagni, ganador del certamen en 1889, y Ruggero Leoncavallo, autor de  I Pagliacci (Los payasos, estreno 1892) elaboraran óperas desprovistas de pausa. Sin embargo, existen varios ejemplos veristas que usaron otras estructuras, como Tosca (e. 1900) de Giacomo Puccini o Jenůfa (e. 1904) de Leoš Janáček que estaban articuladas en 3 actos, más tradicionalmente.

Dentro de la segunda generación verista se ubica a Umberto Giordano, autor de Andrea Chenier (e. 1896) y a Puccini, creador de uno de las piezas icónicas de ésta corriente: La Bohème (e. 1896). El verismo trascendió las fronteras italianas, ejemplos interesantes de otras latitudes son: Tiefland (Tierras bajas, e. 1903) de Eugène d’Albert,  Louise (e. 1900) de Gustave Charpentier y Der ferme Klang (El sonido lejano, e. 1912) del compositor alemán Franz Schreker.

Cavalleria rusticana e I Pagliacci, que suelen considerarse las 2 primeras óperas veristas, se presentarán en el Teatro del Bicentenario este mes de Agosto, asistir es una buena oportunidad para saborear el  verismo, que no suele ser tan dulce como el Bel canto pero sí más emocionante.

[Versión original del artículo publicado por Liz Espinosa Terán en la Revista Cultural Alternativas en Agosto de 2015] 



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