Enrique Santos Mazal es un compositor
mexicano creador de obras solistas, de cámara y sinfónicas, muchas de las
cuales han sido interpretadas por excelentes artistas en varios países, como su
Obertura Simón Bolívar estrenada por la Orquesta Sinfónica de Riga en Moscú; sus
Conciertos para Guitarra y para Clavecín y Orquesta de Vientos fueron ejecutados
por la American Wind Symphony Orchestra en varias ciudades de Estados Unidos y
Europa, y editados por Ediciones Peters; su música de cámara fue grabada por el
Ensamble Quercus en un álbum íntegro dedicado a su producción; y sus piezas
para piano grabadas por Aurelio León y María Teresa Frenk, entre otros
pianistas que las han integrado a su repertorio.
Enrique Santos también es un óptico, un
especialista en los fenómenos de la luz, maestro de más de 40 generaciones de
médicos oftalmólogos del Centro Médico y de la Asociación para Evitar la Ceguera
(APEC); autor del libro de texto Apuntes
para el Curso de Óptica Oftálmica y Fisiológica y dueño de una óptica
desde hace 50 años.
Y, por si lo anterior no fuera
suficientemente admirable, Enrique Santos es un hombre de 84 años, activo y
productivo, vive al lado de su esposa Eva, con quien se casó a los 21, y juntos
han visto crecer una familia que cuenta con hijos, nietos y hasta una pequeña
bisnieta. Esa idea limitadora de que “no se puede todo en la vida” fue
descartada por este hombre de ciencia que se permitió crear arte, por este
artista que vive bien de un negocio propio y que ha tenido una vida larga y
especialmente plena.
Tuve la fortuna de entrevistar a Enrique
y a Eva, de ser recibida en su hogar y de escuchar su historia. Dicen que por
los frutos se reconoce a los árboles, además de los encomiables frutos que esta
pareja ha cosechado, en su calidez y trato amable se nota su grandeza humana. La
entrevista fue larga, a continuación transcribo solo algunos fragmentos de la
misma unidos de aquí y de allá alrededor de cuatro temas: el surgimiento de sus
dos vocaciones, su formación con Rodolfo Halffter, cómo es su proceso creativo
y cómo compagina sus dos profesiones.
¿Cómo
surgieron las dos vocaciones?
Las
2 vocaciones vienen de mi familia, mi abuelito era compositor de la corte del
Sultán Hamid al final del siglo XIX y principios del XX, después se acabó la monarquía
en Turquía, entró la república y él dejó de escribir para el Sultán. (…) Y lo
de óptico, la otra parte de mi familia han sido ópticos desde tiempos
inmemoriales. (…) Me fui a estudiar a EUA, era yo muy travieso y me mandaron
allá a estudiar y me gustó la cuestión de la ingeniería y entonces entré en el
Tecnológico de Massachusetts (MIT) [A mi regreso] me acerqué a mi papá y a mi
hermano mayor que tenían una óptica, en aquel tiempo era una óptica pequeña. Y
allí me encontré con que los conocimientos que había sobre óptica en México
estaban un poco bajos, así que me dediqué a traer libros y a estudiar estas
cosas y a formar una base de un texto para poder conocer mejor la optometría.
De allí algunas personas escucharon este asunto y me fueron pidiendo que les
diera clases y así poco a poquito acabé dando clases de esto y escribiendo el
libro de texto que hasta la fecha sigue siendo el que se utiliza en la escuela
de Oftalmología.
Formación
musical con Rodolfo Halffter
Después
de que ya estaba yo en la cuestión óptica, ya matrimoniado y con hijos y todo,
sentí la añoranza por la parte musical. En aquel tiempo era director del
Conservatorio Nacional el maestro Joaquín Amparán, que había sido mi maestro de
piano, fui a visitarlo y le dije:
-Yo
quiero acercarme a la cuestión de la composición que la he tenido lejos. Ya
tengo treinta y tantos años- le advertí.
-No
le hace, te vamos a inscribir al solfeo y te vamos a inscribir con el maestro
Rodolfo Halffter.
Y
como yo ya le llevaba estas composiciones [Halffter] me dijo: -está bien, sí
tienes lo necesario, me vas a hacer favor de ir al Conservatorio a mis clases
de Análisis Musical-. (…) Entonces
comencé a asistir con el maestro Halffter a las 8 de la mañana y después me iba
a la clase de solfeo con la maestra Eloísa [Ruíz vda. de Baqueiro]. Era
pintoresco porque yo de treinta y tantos años y mis compañeros eran puros de 10
y 12 años. (…) Iba en la mañana y
después me iba a la óptica (…) Para todo había lugar, la composición era en la
noche más o menos de las 10 pm a las 2 am aproximadamente.
De
allí me acerqué con el maestro Halffter, era un compositor y un maestro muy
bueno. Él seguía el sistema de Schönberg pero no el sistema serial, sino el
sistema de enseñanza de Schönberg que consistía en analizar las sonatas de
Beethoven, las obras de Bach, las fugas, etc. Y de acuerdo con el análisis te
decía: -esto es lo que hicieron estas gentes, ahora a ver qué haces tú.
El
maestro Halffter nada más nos dio análisis musical. En mi preparación para
ingeniero aprendí una cosa que me ha sido valiosísima: me enseñó a aprender de
los libros. Entonces lo que hice fue comprarme el del Orquestación de Rimski-Kórsakov,
el de Walter Piston y el de Berlioz, me puse a leer todos esos libros.
Halffter
siempre nos decía: -no escriban las cosas para hacerlas imposibles, bastante
difícil es hacer que se las toquen. (…) Ese consejo que nos dio: “no inventar
dificultades inútiles” es muy importante. (…) Si estás haciendo una obra, todos
los días escribe aunque sea un compás para que estés en contacto con ella, eso
le hace a uno que tenga la música en la cabeza.
Su proceso creativo
Primero
tengo que tener una idea de qué es lo que voy a componer: si es una sonata, un
concierto o qué cosa voy a componer y de acuerdo con eso me siento en el piano
e improviso cosas allí (…) hasta que encuentro lo que el maestro Halffter
llamaba “la idea generadora”, como un tema, pero la idea generadora es más bien
la estructura de un tema, un tema está compuesto de varios elementos que se
desprenden de la idea generadora y de lo que se trata es de ir expandiendo
todos esos elementos.
Yo
escribo directamente en tinta (…) voy escribiendo y lo que ya dejo escrito ya
está bien, ya no tengo que estarle corrigiendo y cuando llego al final de una
obra es cuando terminó. (…) Ya que terminé ese movimiento lo vuelvo a leer,
ahora sí todo parejito, tocándolo si es posible y entonces sí, puedo encontrar
alguna cosa, corregir aquí o corregir allá y pero prácticamente cuando llega
uno al final del movimiento ya debe de estar hecho, ya nada más es corregir pequeños detallitos.
Yo
me sigo con una sola obra, siempre. [A veces] la dejo uno o dos días y le digo
a mi señora: -ya me atoré, ya no sé para dónde.
Siempre me dice: –Espérate, yo ya
sé que al rato se te va a ocurrir algo. Y efectivamente, aunque esté uno
trabajando, midiendo anteojos o lo que sea, dentro va el asunto y después de
ese cocimiento, puede ser que en la tarde ya tiene uno lo que debe de seguir.
¿Cómo vive sus dos profesiones?
Yo
normalmente entre semana me despierto al cuarto para las 5 y salgo a dar una
vuelta por el jardín (…) Nos vamos de aquí a nuestro trabajo, comenzamos a las
8 la consulta con nuestros clientes y a la 1 de la tarde nos regresamos. Primero
comemos, hacemos una siesta, escuchamos alguna cosita de Mozart, alguna cosa
buena, y luego más tardecito como a las 6 ya me pongo a escribir música,
escribo nada más 1 o 2 horas, no más de eso.
¿Le
pasa que mientras está en la óptica se le vengan ideas musicales y corra a
apuntarlas?
Sí
me pasa pero no lo apunto, muy rara vez tengo que apuntarlo, generalmente lo
que hago es guardarlo en la cabeza y seguirle dando vueltas para que cuando
llegue yo aquí en la tarde la tenga más alambicada.
Al
preguntarle sobre el cansancio de componer después de una jornada de trabajo respondió:
Pero
es una cosa distinta ¿ve? Así se hace, el descanso real es cambiar de
actividad, no es estar allí de vago.
¿Encuentra
tanta satisfacción en el trabajo de la óptica como en la música?
Exactamente,
y satisfacción con mi familia. Luego otra cosa que me da mucha satisfacción es
hacer mi jardín (…) Ya cumplimos 50 años dedicados a la óptica, tenemos una
clientela muy especial, amistosa, es como nuestro momento social. Mi señora ha sido colaboradora [en la óptica],
mi apoyo fundamental en la vida para todo: para la óptica, para la música, para
la familia, para todo.
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