El eco de la fuente de la vida es una flor abierta, el pasmo de un beso que se escapa de la finitud y
se eterniza, una mirada intensa, una promesa fantástica, el impacto de la luna
sobre mi marea, el silencio que permite escuchar al todo vibrando. Un ser vivo es el eco de un orgasmo, de
los átomos inquietos que han brincado incesantemente de un lado a otro para
crearnos la ilusión de la materia, del espejo que refleja la mortalidad. El alma de un ser vivo es el eco de un
deseo encarnado pero inconcluso, de la risa del primer niño brincando, del
aroma de la madre de todas las madres y los brazos del padre de todos los padres.
El deseo es el eco de la intimidad
creada por el espacio entre tu nariz y la mía, de la supervivencia vehemente,
de la incontinencia irracional, de la luz que no siempre seguimos, del calor
que nos conmina, del sonido que presiente el futuro porque a futuro no quedará
más que sonido, el sonido es el eco de
la vida vibrando.
Liz Espinosa Terán, Junio de 2015.
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