Irasema Terrazas es una cantante
mexicana exitosa e increíblemente versátil, ha interpretado todos los géneros
dramáticos musicales: desde óperas barrocas hasta contemporáneas; oratorio;
zarzuela y opereta; ha participado en grandes producciones teatrales como El
Fantasma de la Ópera donde interpretó a Christine Daaé, lo que le valió
el premio a la mejor protagonista que otorga la Asociación de Periodistas
Teatrales; ha doblado voces en películas
ultra taquilleras producidas por Walt Disney: Enredados, Mulan
II, Lilo y Stich, entre otras. También ha cantado canciones
artísticas (Lied); música de cámara y
sinfónica con los mejores ensambles y orquestas del país; es especialista en
interpretación de música barroca; y francamente no canta nada mal las rancheras,
cosa que no siempre logran los cantantes
académicos porque a veces el “Me cansé de rogarle…” les sale como aria de Verdi.
Comparte su experiencia realizando labores docentes como profesora de
asignatura en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y en el Conservatorio
Nacional de Música. Su currículum es impresionante, su capacidad interpretativa
también. Por si esto fuera poco combina su vida profesional con la crianza de un
hijo y el cultivo de una pareja. ¿Cómo puede una cantante abarcar tantos
géneros y estilos musicales con tanta gracia? y ¿Cómo equilibra la vida
personal con su potente carrera en el día a día? En la siguiente entrevista saciará nuestra
curiosidad.
Liz: Cada uno de
los géneros y estilos que has cantado, Irasema, tiene particularidades
interpretativas y retos técnicos muy diferentes ¿Cómo te enfrentas a estos retos?
Irasema: La versatilidad es algo que
busqué conscientemente pero también la vida me fue poniendo esas oportunidades
en forma de audiciones o de invitaciones a un trabajo en concreto. Dentro de ello,
tengo que estar constantemente atenta a la técnica vocal que he estudiado desde
que me inicié en el canto, que es la clásica, debido a que es en la que mi voz
se siente libre y bien conducida. En mis incursiones en el terreno del musical
de Broadway o del doblaje de Disney tengo que estar atenta a que -dentro de su
propio estilo- también sea una escritura musical que acepte mi tipo de voz y mi
emisión clásica. No trato de cambiar el estilo inherente a estos géneros pero
digamos que les pongo mi estilo personal, un poco mezclado hacia lo clásico. No
me aventuro en estilos que sé que no haría yo bien o que podrían en riesgo
aspectos técnicos que considero importantes; para todos los estilos vocales hay
cantantes especializados y hay mucha gente estupenda por lo que hace con su voz
y que se educan a eso desde el comienzo. Te diré, eso sí, que en mi caso
aceptar estos proyectos diversos me ha hecho ser dúctil tanto vocalmente como
en posturas artísticas; trato de tener adaptabilidad, aprendizaje y respeto al
abordar todos los estilos y alimentar el trabajo con la interacción con los
demás cantantes y/o actores de un proyecto dado. En los inicios de mi carrera
no estaba exenta del miedo de abordar cosas nuevas, el criterio para saber en
cuales adentrarme fue dándose con los años. En la música barroca me inicié desde
niña y luego cumplí sueños personales con un posgrado especializado -en Suiza-,
esa época del arte está muy cerca de mi amor por la música y del porqué comencé
a estudiarla. En términos generales, una vez aceptado o escogido el proyecto y
convencida que puedo aportar algo a la obra y de que tengo interés artístico
por ella, leo el texto/argumento. En mi propio camino me he dado cuenta de que
mi proceso personal me dicta familiarizarme con el personaje y eso me facilita
el trabajo meramente musical, proceso casi contrario a lo que se aprende en las
escuelas de música. Ahora bien, una vez ya en el estudio de la música, cada
estilo tiene sus propias dificultades, soy muy meticulosa pues tuve una formación
musical exigente y con un enfoque de respeto por cada creación musical, y soy
incisiva en las precisiones de solfeo. Disfruto mucho esa etapa y cuando me
toca descifrar música con dificultades técnicas en su composición se vuelve un
reto personal y lo disfruto aún más. Lo mismo que amalgamar con otros
instrumentos en la música de cámara. Vaya, pues suena a cliché pero
verdaderamente disfruto hacer toda la música y trato de no mermarme con las
dificultades que tiene cada estilo. Una vez que está listo todo el proceso de
estructura, viene el hacerlo una y otra vez hasta hacerlo natural. De cierta
manera, se trata de quitar los andamios que anteriormente se pusieron para sentir
la obra en piel propia o para –como decimos en el canto- ponerla en gola y
sentirla cómoda.
Liz: El
imaginario popular sobre el quehacer de una diva y el trabajo que realiza en la
vida cotidiana pueden ser muy distantes. ¿Cómo
es el proceso desde que te proponen un proyecto y éste llega a ser una realidad
que puede escuchar el público?
Irasema: Combino tareas de mamá y
tareas de músico. Mi rutina empieza temprano por la mañana y sigue, según el
día de la semana, con docencia o con una larga sesión de estudio en casa. Si es
esto último, estudio texto, música y canto muchísimas veces en casa antes del
primer ensayo en conjunto para el proyecto. Para eso, descifro música en el
piano o voy con algún pianista a sesiones de coaching; vocalizo, estudio pasajes una y otra vez. Si estoy en el
proceso de memorización mi casa se vuelve un marco bastante simpático conmigo
hablando o cantando sola frases aisladas. Por lo demás, es una vida ordinaria
en todos los sentidos sólo que rodeada de música.
Liz: ¿Qué recursos has desarrollado, como ser
humano, para compaginar tu vida profesional con tu vida personal?
Irasema: ¡Agradezco esta pregunta! Yo
creo que hay muchos caminos, pues cada quien tiene sus rutinas, sus
complicaciones y dentro de ello, sus aciertos y sus errores. Vamos todos
probando qué nos funciona. Por mi parte, mi pareja tiene una profesión
artística también y eso nos ha dado mutuo entendimiento, incluso hemos estado
juntos en proyectos; no es la única fórmula posible (creo que cada pareja tiene
que hacer su propia fórmula) pero en nuestro caso, ha sido un elemento más de coincidencia
en la vida. Por otro lado, también creo la profesión me ha ayudado a estar
cerca de nuestro hijo, el cual llevaba a cada ensayo, representación y viaje
hasta que cumplió cuatro años y hoy día (aún es pequeño) nos sigue acompañando
constantemente a ambos en tiempos de trabajo. Yo digo que me dedico a dos
profesiones de tiempo completo, ser madre y ser músico. La primera, por cierto
es la más difícil –por mucho- y tiene prioridad. Muchas veces, mis tiempos
personales y profesionales están mezclados. Estudio mi repertorio en casa, doy
clases en casa, a veces, tengo ensayos con otros músicos en casa y todas estas
actividades están permeadas por la presencia de mi hijo. Digamos que mi estudio
en algunas ocasiones, se divide entre contar cuentos, facilitar colores o
imágenes, etc. y concentración para descifrar música, leer libretos o memorizar
roles; todo lo anterior, al mismo tiempo. Seamos francos, uno cree que todo el
tiempo será una combinación de itinerario exacto pero en los hechos, se adapta uno
a las necesidades del momento. Eso ha sido una enseñanza para mí en la vida. Si
pensara que tengo que amanecer con la voz “arriba”, el menú infantil llamativo y
nutritivo, el plan de ejercicio en la caminadora, la plática conyugal perfecta
y la música ya resuelta, me volvería loca. Adaptabilidad y tolerancia, y dentro
de ello, no perder las metas claras dentro de la crianza, que hay tantas. Los
amigos que tengo se cuentan con los dedos de las manos y son comprensivos, y
confiables. Han estado en mi vida desde antes de ser madre y ahora entienden
que uno maneja tiempos distintos. Con mi marido buscamos el coincidir, no
importa si son cinco minutos o cinco horas, tenemos jornadas irregulares que a
veces son de lunes a domingo así que nos
adaptamos como mejor podemos. En mi trabajo, trato de llegar lo más preparada
en mi estudio que pueda, porque sé que eso me da seguridad. Pero en fin que no
busco ser la pareja, madre o cantante o amiga perfecta, eso nunca, ya no; sólo
una que “está” y que disfruta su rol.
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