Cuando
pensamos en un compositor que toma nota en un pentagrama de la música que la
inspiración le dicta estamos frente a una fantasía popular ya trasnochada. Un
compositor es un elector que toma un conjunto de pequeñas decisiones que
conforman la música: qué tan agudo o grave quiero un sonido, cuánto tiempo ha
de durar, de qué fuente va a provenir, a qué volumen ¿piano o forte?, con qué
otros sonidos lo voy a combinar
simultáneamente, dónde voy a colocar ese sonido para que tenga cierto sentido… y
así con cada uno de los miles de sonidos que puede tener una pieza.
Crear
música es un acto de conciencia fundamentado en una o más creencias. Pareciera
que con el paso del tiempo cambia el ritmo, la armonía o los instrumentos
musicales pero en el fondo lo que realmente cambia son las creencias que
tenemos sobre la música y en el abrazo de una nueva idea el creador toma miles
de pequeñas decisiones sonoras diferentes.
A
mediados del siglo pasado, por ejemplo, Messiaen y más tarde Boulez creyeron
que esas decisiones deberían estar
tomadas basadas en una serie numérica que determinara qué notas, duraciones y
dinámicas usarían, haciendo oídos sordos a cualquier insinuación melódica que
alguna musa decimonónica les susurrase y constriñéndose a acatar los mandatos
de la serie que ellos mismos eligieron. Simultáneamente, John Cage ahuyentaba a la misma musa y decidía
no decidir. Creyó que era mejor dejar al azar las elecciones y hacer del
proceso creativo un asunto un tanto mas juguetón, que decida el I
Ching, pensó, y lanzó monedas al aire para que dictaran el do re mi y
demás elementos de la música.
Alrededor
de 1951 dos creencias completamente opuestas, el serialismo integral y la
aleatoriedad en la música, produjeron 2 retoños: Estructuras I para dos pianos
de Pierre Boulez y Music of Changes de John Cage, respectivamente. Las ideas
subyacentes y los métodos eran diferentes, lo único que tenían en común era
cierta ojeriza contra la Euterpe melódica que todos llevamos dentro. Es curioso
que estas piezas teniendo genéticas opuestas parezcan primas a primera vista,
escúchenlas y verán.
El
juego, sea intelectual y complejo o relajadamente azaroso, es una
representación de la realidad que nos permite explorarla de forma protegida y
placentera, por eso es una condición básica de la creatividad musical.