Había una vez un
hombre inmensamente rico
que vivió y murió con
hambre y frío
porque su
inconsciencia era aún más grande que su fortuna.
La
cultura es el conjunto de respuestas que da una comunidad a las preguntas de la
vida, desde ¿cómo me voy a alimentar? hasta ¿qué voy a hacer ante la muerte? De
la cornucopia cultural mi fruto favorito es la música, en ella descubro varias
de esas respuestas que me hago continuamente.
Muchas
personas confunden las piezas musicales con un perrito faldero, creen que sirve
para hacerles compañía y alegrarlos, pero francamente no creen que “Firulais”
pueda responderles algo sensato a la hora de resolver una cuestión sentimental
o intelectual. Viven como aquel pobre hombre rico.
Por
lo general, no se encuentran esas respuestas en el arte sonoro porque no nos
enseñan que podemos buscarlas allí. Lo que nos imposibilita para cuestionarlo no es la
ignorancia del solfeo, sino la inconsciencia sobre el poder de simbolizar y comunicar
de la música. Música en el sentido más amplio de la palabra: a todo genero, estilo,
de cualquier época o país.
Cada
ejemplo musical es la manifestación sonora de la historia de un hombre que está
inmerso en una sociedad y de lo que en ese momento piensa de la economía, de
cómo debe ser ejercido el poder, de si cree en un Dios y cómo sería él, de lo
que considera ético, lo que cree indispensable o superfluo, y lo que encuentra
placentero o le parece bello. Cada pieza nos remite, si escuchamos con
atención, a la pregunta que un ser humano le hizo algún día a la vida.
Desde
esta perspectiva, la gran cantidad de obras ya creadas representa una gran
variedad respuestas. Entre más diversas sean las fuentes de la música que escuchemos,
más interesantes serán las respuestas que podamos encontrar. Si nos limitamos a
escuchar lo que los medios masivos nos ponen enfrente, entonces únicamente
obtendremos una visión de la vida circunscrita a los intereses comerciales de
un grupúsculo.
Para
escuchar la respuesta es necesario hacer algo que hoy día es una excentricidad:
poner una tranquila atención a cada pieza. Trascender la inmediatez, la
satisfacción pronta de la necesidad de entretenimiento y reflexionar sobre qué
nos transmite eso que estamos escuchando. Imaginar una hermandad subjetiva con
el autor, esa es la primera parte de la búsqueda. Para completarla es necesario
encontrar quién es ese creador, cuál es su contexto, porqué compuso lo que
compuso, qué pasaba en su vida, en su país: el artista y su circunstancia. El
ejercicio termina cuando somos capaces de asociar nuestra historia con la
historia de esa obra musical y responder ¿Qué noticias me trae sobre mí mismo?
Buscar
más allá de lo que nos ponen enfrente es un acto de consciencia y libertad, es
disponer del patrimonio cultural, riqueza con la que sí contamos, para
encontrar respuestas más adecuadas a la vida y satisfacer mejor nuestras
necesidades.
[Versión original del articulo publicado por Liz Espinosa en el mes de Julio en la Revista Cultural Alternativas]