Oliver Sacks, el autor de Despertares,
Los
ojos de la mente y Alucinaciones, es una figura
científica tan atractiva que sobre su vida y trabajo ya se ha escrito mucho.
Entonces, supuse inútil escribir un articulo que hablara sobre este neurólogo
británico, pero interesante el rendirle homenaje literario, un “adiós y
gracias”, escribiendo lo único que puedo compartir extra: el íntimo efecto que
su libro Musicofilia causó en mí.
Musicofilia es un libro donde Sacks presenta una
colección de observaciones científicas que giran en torno al impacto que la
música tiene en el funcionamiento del cerebro y cómo es un factor clave para la
identidad humana.
Las personas que tienen una
sensibilidad especial para la música pueden encontrar en él la respuesta a varias
de sus peculiaridades, al porqué de las vivencias que les provoca.
Abarca un amplio aspecto de fenómenos
que van desde lo más humanamente común, como la imaginería musical: esa
capacidad que tenemos para escuchar en nuestra mente, hasta casos muy
particulares como las alucinaciones musicales; la epilepsia
musicogénica, en la cuál se desatan los ataques epilépticos a la
escucha de cierta música, timbres o tonos; o la afectación que este arte
produce en personas con Síndrome de Tourette o Enfermedad
de Parkinson. Situarme dentro de ese gran abanico de posibilidades
fenoménicas producidas por el sonido fue un alivio y un aliento.
El interesante trabajo de divulgación
neurológica de Oliver Sacks nos informa cómo la música, nuestra capacidad para
producirla o para disfrutarla a nivel emocional e intelectual puede ser, según
el caso, la fuente de un baremo sintomático o una herramienta terapéutica. Relata,
por ejemplo, cómo tras una lesión en la cabeza un melómano perdió temporalmente
la respuesta emocional a la música; mientras que otra persona, después de haber
recibo la descarga eléctrica proveniente de un rayo, se llenó de una pasión
musical repentina acompañada de una inspiración creativa que jamás había
experimentado. Narra hechos donde se
manifiesta que la música puede poner en marcha un sistema motor inhibido
o dañado; facilita la capacidad de organizar los pensamientos, movimientos o de
ayudar a seguir secuencias intrincadas en personas con lesiones en el lóbulo
frontal y con autismo; y confirma el gran poder narrativo y nemotécnico que
puede hacer que una persona sana contenga grandes volúmenes de información,
razón por la que ha sido usada con fines de transmisión de la cultura desde la
antigüedad.
A lo largo de la vida he ido
descubriendo con alegría y sorpresa los efectos que la música tiene en mi
persona. El cómo puedo valerme de ella para estar bien en los términos más
amplios: para estar sana, serena y plena. La música que entra por mis oíos es tan
poderosa como los alimentos que entran en mi sistema digestivo. Leer a Sacks me
ayudó a confirmar este poder nutricional, de estimulación, de expresión
sintomática y de ayuda terapéutica que tiene la bendita música. Me agradó también
saberme normal, aunque padezca Gusanos auditivos (fragmentos
musicales que se repiten de manera incesante en la mente) y a la vez anormal
por tener Musicofilia, un entusiasmo apasionante y una necesidad continua
de música que sale fuera de la campana de Gauss. ¡Gracias Oliver Sacks!
[Versión original del artículo publicado por Liz Espinosa Terán en la Revista Cultural Alternativas en Octubre de 2015]