En México tenemos muchas
ideas falsas sobre lo que significa ser músico, desconozco qué pensarán en
otras partes del mundo pero aquí rondan en la imaginación popular varios
prejuicios equívocos que alejan a las personas de ejercer una profesión
altamente satisfactoria. Voy a manifestarme particularmente en contra de uno:
el mito de la indispensable genialidad.
“Si no eres un genio para
la música no te dediques a ella” claman los muggles
musicales. Como si fuera una actividad de alta peligrosidad, de esas para las
que se advierte en la tele: “amiguitos, no intenten esto en casa”.
El
imaginario colectivo dicta: solo puedes ser músico si naces con dotes geniales,
aún si los tienes y los desarrollas va a ser endiabladamente difícil que tengas
dinero y reconocimiento social, y solamente si eres un músico con fama y
regalías podrás ser verdaderamente feliz. Todo lo anterior ¡es mentira! basura
que deberíamos de enterrar en el relleno sanitario de nuestra mente compartida.
Un genio –dice la Real
Academia de la Lengua- es una persona dotada con una capacidad mental
extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables; suponer que
todos los compositores que han creado música nacieron con una capacidad extraordinaria
es un error, no todos han sido Mozart, la gran mayoría de los creadores e
intérpretes destacados son producto del trabajo constante y del estudio
correctamente dirigido. Es el desarrollo de habilidades musicales lo que hace
que se alcance la genialidad y no la genialidad la condición mínima para poder
desarrollar habilidades musicales.
Así
que cada vez que una persona disuade a otra de dedicarse a la música porque “no
es un genio” en realidad lo está alejando de una actividad que le llevaría a
desarrollarse integralmente y a sentirse feliz. Ni la genialidad asegura el
éxito financiero o social, ni ese éxito asegura la felicidad, la felicidad está
en hacer lo que uno ama.
Escuchar hoy a una madre
diciendo a su hijo “mira, si no vas a calificar en un maratón mejor no salgas a
correr” nos parecería una aberración. Relativos al deporte han caído varios
mitos: que no deben practicarlo los viejitos, las mujeres embarazadas, los
discapacitados, los enfermos. Ya es del conocimiento popular que para cada tipo
de persona hay un tipo de deporte y una rutina adecuada, pero que todos, TODOS,
tenemos que ejercitarnos para vivir más y mejor aunque no vayamos a participar
en las olimpiadas. Lo mismo pasa con la
música: el no manifestar habilidades extraordinarias desde la tierna infancia
que aseguren un lugar en la historia de la música no es impedimento para
abrazar esa vocación.
Dejemos de tener como
sociedad pensamientos castrantes que imponen condiciones inalcanzables como
puntos de partida, para ser músico no tienes que ser genio o rico o haber
comenzado a estudiar desde los 3 años con un método japonés durante 6 horas
diarias o haber nacido con las manos así o asado… ¡BASTA! Para hacer música la
única condición de partida es desear componer, ejecutar, investigar, analizar o
interpretar.
[Versión original del artículo publicado en la Revista Cultural Alternativas]